No siempre estamos solos, para
experimentar la soledad.
En habitaciones colmadas de almas ruidosas,
que compiten con ser las más de lo más. Nos encontramos acorralados en rincones
imaginarios de nuestro ego. Emborrachados con la herencia de nuestros
ancestros, sin saber cual es nuestro pasado que nos lastra irremediablemente
hasta el coral que bullicioso, nos ara encallar a unos metros de la playa
paradisíaca que nunca pisaremos.
Como pasajeros en un metro en hora punta,
que nos arrastra hasta un destino donde conectan con mil y unas almas que
transitan en un anden en vía muerta.
Dormitados,
en silencio obviando una canción de amor, que escupe melodías yermas por
altavoces estériles, donde nunca nadie dijo: