La costa se dibuja en el horizonte como un
sueño en los ojos de un niño. La mar golpea una y otra vez la patera, cada golpe de mar es respondido por
un quejido sordo y seco, como si se fuera a partir en dos. En su interior
aferrados a sus vidas, una treintena de personas: hombres, mujeres y niños, venidos
de la pobreza, de la guerra y del hambre. Cada golpe de mar es minúsculo
comparado con los recuerdos que guardan en sus retinas. El frío, el agua salada
que inunda la patera o la noche son un obstáculo más en sus caminos. El sonido
de un helicóptero alarma a los viajeros, saben que la costa está ya cerca, pero
si son descubiertos el costoso viaje no habrá servido para nada. Algunos se
ponen de pie por temor a ser descubiertos y sin quererlo hacen peligrar la
estabilidad de la patera. Un nuevo golpe de mar hace que sus sueños sean
lanzados a las frías aguas de diciembre, la patera ha volcado y con ella la
posibilidad de llegar a una tierra de esperanza. La luz del helicóptero ilumina
las oscuras aguas inundadas de personas que intentan mantenerse a flote, el
ruido del motor sobrevolando la patera y los gritos unidos al chapoteo del agua
han convertido la tranquila noche en una escena dantesca. En la lejanía el
sonido de la sirena de una patrullera se une al caos, rápidamente los primeros
salvavidas son lanzados al mar y en pocos minutos los primeros náufragos van
subiendo a la patrullera. No da tiempo para poder salvar a todos, solo hay cinco
tripulantes en la embarcación que deben hacer frente a las vidas de más de
treinta personas. La mayoría no saben nadar y las gélidas aguas hacen que sus
músculos se entumezcan con rapidez.
Dos horas más tarde los voluntarios de
Cruz Roja entregan ropa seca a los supervivientes de naufragio, menos de una veintena,
el resto han desaparecido. Solamente unos pocos elegidos habrán conseguido
llegar a tierra, pero sus ropas mojadas y las bajas temperaturas harán que no
lleguen a la mañana siguiente. El resto yacerán para siempre en lo más profundo
del mar.
Por toda la costa el dispositivo de
búsqueda se ha activado, la guardia civil rastrea la zona para localizar a los
posibles náufragos que hayan pisado la costa. Una pareja observa desde lo más
alto de todo el perímetro. La oscuridad hace imposible ver más allá de unos
pocos metros, pero en esa oscuridad una pequeña hoguera resalta como un faro en
una tormenta, y rápidamente localizan una en el interior de unas pequeñas
ruinas cerca de la costa. Los dos agentes se suben en su vehículo y conducen
hasta allí.
Una vieja puerta cierra el paso al aire
del mar, en su interior alguien se calienta con las pequeñas brasas de un
fuego, la puerta se abre y los dos agentes encuentran a dos jóvenes, un hombre
y una mujer que amamanta a un bebe. Estos al ver a los dos agentes se asustan
pero no tratan de huir, el frió y el cansancio se lo impiden. El más joven de
los dos guardias sale y coge del coche una mochila y unas mantas. Se las echa
por encima, los dos jóvenes no pueden casi ni moverse, dan las gracias con una leve sonrisa. Saca de la mochila unos
bocadillos y algo de fruta, así como un termo con café caliente, pero un
chasquido y la voz de un hombre les interrumpe.
—Central a patrulla cinco.
La voz proviene de los walkie-talkie de
los agentes, los dos agentes se miran durante unos interminables segundos. La
voz de la central se deja escuchar de nuevo con mayor ímpetu:
—¡Central a patrulla cinco, central a patrulla
cinco, respondan!
El más joven de los dos se lleva la mano
hacia el micro que llevaba prendido al bolsillo de su cazadora, pero su
compañero le sujeta la mano impidiendo que conteste. El chasquido vuelve a
producirse y con él la voz de la central:
—Patrulla cinco me reciben.
—Aquí patrulla cinco, —responde el viejo
guardia— cambio.
—Indiquen posición, cambio.
—Nos encontramos...
Pero la voz del agente se silencia y
pasados unos segundos aquel chasquido vuelve a escucharse.
—No le recibo con claridad, repita
posición cambio.
—Nos encontramos —pero ahora el agente si
contesta— rastreando la playa, sin novedad.
—Recibido patrulla cinco, abandonen la
búsqueda y manténganse a resguardo hasta nueva orden. Se espera la primera
nevada del año. Repito abandonen la búsqueda, cambio.
—Recibido central.
El agente no ha dejado de mirar a la
pareja, ni al bebe que continuaba mamado
indiferente a todo lo que estaba sucediendo. El agente se sienta en una piedra
y sirve un café al joven naufrago, mientras lo hace, le viene a la cabeza la
imagen de su nieto que había nacido pocas semanas atrás y piensa que tal vez él
también estará en brazos de su madre, mamando indiferente a la primera nevada
del invierno.
El chasquido se escucho por última vez
esa noche:
—Central a patrulla cinco.
—Aquí patrulla cinco. —Responde el viejo
guardia civil.
—Me olvidaba. Feliz Noche Buena,
compañeros.