Klichenko sabía que no tenía
escapatoria. El agente Smith le había dado caza, había descubierto su doble
juego. Le apuntaba con su Colt, pero Klichenko aún tenia un as en la manga. Saco
la mano lentamente del bolsillo de su gabardina y le enseño a Smith lo que
andaba buscando. Hizo el ademán de estrellarlo contra el suelo y Smith retrocedió, sabía que era mejor dejarlo
escapar, a perder para siempre el último “Pitingo”
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