miércoles, 9 de enero de 2013

LA PRIMERA NEVADA


La costa se dibuja en el horizonte como un sueño en los ojos de un niño. La mar golpea una y otra vez  la patera, cada golpe de mar es respondido por un quejido sordo y seco, como si se fuera a partir en dos. En su interior aferrados a sus vidas, una treintena de personas: hombres, mujeres y niños, venidos de la pobreza, de la guerra y del hambre. Cada golpe de mar es minúsculo comparado con los recuerdos que guardan en sus retinas. El frío, el agua salada que inunda la patera o la noche son un obstáculo más en sus caminos. El sonido de un helicóptero alarma a los viajeros, saben que la costa está ya cerca, pero si son descubiertos el costoso viaje no habrá servido para nada. Algunos se ponen de pie por temor a ser descubiertos y sin quererlo hacen peligrar la estabilidad de la patera. Un nuevo golpe de mar hace que sus sueños sean lanzados a las frías aguas de diciembre, la patera ha volcado y con ella la posibilidad de llegar a una tierra de esperanza. La luz del helicóptero ilumina las oscuras aguas inundadas de personas que intentan mantenerse a flote, el ruido del motor sobrevolando la patera y los gritos unidos al chapoteo del agua han convertido la tranquila noche en una escena dantesca. En la lejanía el sonido de la sirena de una patrullera se une al caos, rápidamente los primeros salvavidas son lanzados al mar y en pocos minutos los primeros náufragos van subiendo a la patrullera. No da tiempo para poder salvar a todos, solo hay cinco tripulantes en la embarcación que deben hacer frente a las vidas de más de treinta personas. La mayoría no saben nadar y las gélidas aguas hacen que sus músculos se entumezcan con rapidez.
Dos horas más tarde los voluntarios de Cruz Roja entregan ropa seca a los supervivientes de naufragio, menos de una veintena, el resto han desaparecido. Solamente unos pocos elegidos habrán conseguido llegar a tierra, pero sus ropas mojadas y las bajas temperaturas harán que no lleguen a la mañana siguiente. El resto yacerán para siempre en lo más profundo del mar.
Por toda la costa el dispositivo de búsqueda se ha activado, la guardia civil rastrea la zona para localizar a los posibles náufragos que hayan pisado la costa. Una pareja observa desde lo más alto de todo el perímetro. La oscuridad hace imposible ver más allá de unos pocos metros, pero en esa oscuridad una pequeña hoguera resalta como un faro en una tormenta, y rápidamente localizan una en el interior de unas pequeñas ruinas cerca de la costa. Los dos agentes se suben en su vehículo y conducen hasta allí.
Una vieja puerta cierra el paso al aire del mar, en su interior alguien se calienta con las pequeñas brasas de un fuego, la puerta se abre y los dos agentes encuentran a dos jóvenes, un hombre y una mujer que amamanta a un bebe. Estos al ver a los dos agentes se asustan pero no tratan de huir, el frió y el cansancio se lo impiden. El más joven de los dos guardias sale y coge del coche una mochila y unas mantas. Se las echa por encima, los dos jóvenes no pueden casi ni moverse, dan las gracias con una  leve sonrisa. Saca de la mochila unos bocadillos y algo de fruta, así como un termo con café caliente, pero un chasquido y la voz de un hombre les interrumpe.
—Central a patrulla cinco.
La voz proviene de los walkie-talkie de los agentes, los dos agentes se miran durante unos interminables segundos. La voz de la central se deja escuchar de nuevo con mayor ímpetu:
—¡Central a patrulla cinco, central a patrulla cinco, respondan!
El más joven de los dos se lleva la mano hacia el micro que llevaba prendido al bolsillo de su cazadora, pero su compañero le sujeta la mano impidiendo que conteste. El chasquido vuelve a producirse y con él la voz de la central:
—Patrulla cinco me reciben.
—Aquí patrulla cinco, —responde el viejo guardia— cambio.
—Indiquen posición, cambio.
—Nos encontramos...
Pero la voz del agente se silencia y pasados unos segundos aquel chasquido vuelve a escucharse.
—No le recibo con claridad, repita posición cambio.
—Nos encontramos —pero ahora el agente si contesta— rastreando la playa, sin novedad.
—Recibido patrulla cinco, abandonen la búsqueda y manténganse a resguardo hasta nueva orden. Se espera la primera nevada del año. Repito abandonen la búsqueda, cambio.
—Recibido central.
El agente no ha dejado de mirar a la pareja, ni al bebe que continuaba  mamado indiferente a todo lo que estaba sucediendo. El agente se sienta en una piedra y sirve un café al joven naufrago, mientras lo hace, le viene a la cabeza la imagen de su nieto que había nacido pocas semanas atrás y piensa que tal vez él también estará en brazos de su madre, mamando indiferente a la primera nevada del invierno.
El chasquido se escucho por última vez esa noche:
—Central a patrulla cinco.
—Aquí patrulla cinco. —Responde el viejo guardia civil.
—Me olvidaba. Feliz Noche Buena, compañeros.


1 comentario:

  1. Este texto refleja muy bien la realidad de aquellas personas que vienen a nuestro país a buscar una oportunidad..... Enhorabuena por su fíel retrato y por el sentimiento que trásmite.

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