Había
conocido de joven aquella ciudad, siendo solo un crío, en el típico viaje de
estudios. Desde aquel día se enamoro de ella, de su catedral barroca, de sus
estrechas en intrincadas calles medievales, de aquel ambiente universitario y
bohemio que se podía respirar. Llegó con una pequeña maleta y se hospedo en un
pequeño motel del centro. Una vez instalado, salió a la calle para buscar un
local donde poder montar el negocio que tantos años había soñado con él. No
tardó mucho y por la tarde ya estaba firmando el contrato, treinta años a un
precio irrisorio. El local en sí, estaba ubicado justo enfrente de la catedral,
en una bucólica plaza. Lugar de paso obligado para todo tipo de viandantes y lo
mejor era, que tenía una pequeña buhardilla donde poder vivir. Estaba un poco
abandonado por el gran tiempo que
llevaba cerrado pero con un poco de limpieza y una mano de pintura todo
arreglado.
El
primer día en el que abrió las puertas para empezar a limpiar, los transeúntes
que pasaban se quedaban mirando y en algunos casos, hasta señalando con el
dedo. A media mañana una anciana cargada con una bolsa de la compra y apoyada
en un bastón se detuvo ante él y le dijo:
─¡Muchacho! ¿Es que no sabes que
este local esta maldito? ─señalando con el bastón─ lleva más de cuarenta años cerrado, el último
que lo arrendó no pudo aguantar más y se ahorcó en esa misma viga.
─La verdad es que no lo sabía a
ciencia cierta, pero usted me lo esta confirmando.
Tardo
una semana en abrir y en el cartel se podía leer en letras rojas:
“Librería esotérica y productos varios el Ahorcado”
Se lee el futuro...
Sin duda, el local es muy apropiado!!Seguro que le va de maravilla!! jajajaja
ResponderEliminarEva