Se escucharon dos disparos, era
ya más de media noche y el reloj del campanario, no había dado las doce
campanadas. El inspector de policía acompañado del párroco de la iglesia, subió
las estrechas escaleras en espiral que accedían al reloj. Desde lo más alto la
vista de la ciudad era tranquila y serena. Al llegar encontraron el reloj
funcionando perfectamente, por lo que subieron el último tramo de escaleras
hasta las campanas. La campana no estaba, había desaparecido sin dejar rastro y
el relojero estaba acurrucado en una esquina empuñando una pistola. El
inspector logro con la ayuda del párroco que soltara la pistola y tras
tranquilizarlo sus únicas palabras fueron:
─Ellos se
la han llevado.
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