No sabían donde se encontraban,
llevaban tres días caminando sin saber muy bien donde ir. Subieron a una
pequeña colina para divisar mejor aquella tierra. Desde allí pudieron observar una
gran llanura parecida a la sábana pero sin ningún animal. A lo lejos, si
pudieron observar otro grupo que como ellos, se desplazaban sin ninguna
dirección aparente. Giraron y se dirigieron también a la colina. Al verlos
acercarse se escondieron por miedo a que fueran hostiles. Tras obsérvalos durante un rato, decidieron salir y
comunicarse con ellos. Al principio el
otro grupo se mostró a la defensiva con miedo, pero poco a poco, se fueron
relajando. Intentaron comunicarse pero eran de nacionalidades diferentes, al
final pudieron entenderse en una tercera lengua que ambos conocían. Aunaron esfuerzos y continuaron el camino.
Encontraron un árbol con unos frutos parecidos al mango que al probarlos
descubrieron un sabor agradable y dulce. Acamparon bajo el árbol, buscaron leña
y descansaron al calor de la hoguera. Se preguntaron donde estaban y como
habían llegado hasta allí, ninguno recordaba nada anterior a los últimos días.
Solo recordaban, como en un sueño estar en su dormitorio o conduciendo y una
luz que lo ilumino todo. Mientras conversaban la luna iluminaba la sábana y
observaron que no había animales. En los días que llevaban allí ni siquiera habían visto
pájaros.
De repente en el horizonte vieron algo que les dejo
paralizados, no eran capaces de entender donde podían estar. En aquel horizonte
iluminado, una segunda luna había comenzado a aparecer.
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