Llegaron de madrugada, con la
legitimidad que dan las armas. Se llevaron al mayor de los hijos de la viuda,
con solo veintidós años. A la noche siguiente lo llevaron magullado y dolorido
a la tapia del campo santo y unos de los verdugos, fusil en mano preguntó al compañero:
─¿Otro poeta?
─No, este no. Este es nieto de
uno que no pago una deuda.
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