martes, 19 de febrero de 2013

Anónimos






El cansancio se reflejaba en sus rostros, para los más veteranos comenzaba su segundo invierno en el frente. Aquella guerra parecía interminable y las bajas en ambos lados eran muy elevadas. El equipo de reconocimiento llego a una pequeña aldea que estaba desabitada, comprobaron el perímetro y en unos minutos apareció el resto del pelotón. Aprovecharon una de las pocas casas que aun se mantenía en pie. Recogieron leña y encendieron la chimenea sobre ella, una foto; un hombre, una mujer y un niño de corta edad. En la casa todavía se podían ver las pocas pertenencias de una familia humilde.
A la mañana siguiente el pelotón avanzo hacia el norte, las primeras nieves habían cubierto el camino de tierra que cruzaba el bosque. Quinientos metros más adelante, el equipo de reconocimiento espera al pelotón y cuando este se une a ellos, les muestran el macabro hallazgo. En la cuneta cubiertos parcialmente por la nieve se hayan decenas de  cuerpos inertes. Ancianos, hombres, mujeres y niños. Al mover los cuerpos para darles sepultura, unos rostros les son familiares. Ya nada pueden hacer por ellos.
Cuando terminaron de enterrar a todos, la nieve volvió a hacer acto de presencia. Sobre una de las tumbas los soldados colocaron la foto que encontraron en la chimenea.
Aquella era la única tumba que no era anónima. 

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