lunes, 18 de febrero de 2013

El Roble




Vio crecer aquel árbol día a día, su abuelo lo planto el día en que él nació. Desde que recuerda su abuelo le decía: “Tienes que ser como este roble, grande y fuerte” pero solo veía un pequeño árbol con un tronco que podía abarcar con su mano. Todos los veranos se refugiaba en su sombra para dormir la siesta. Un día su abuelo ya no estaba y las visitas al pueblo fueron espaciándose en el tiempo. Después vinieron sus estudios y su trabajo en el extranjero. Ya siendo padre, volvió a aquella casa del pueblo, a sus recuerdos y olores que creía olvidados, a pan, a leña, a tomillo y a espliego. Cuando entró en el huerto de su abuelo, ahora abandonado, con la alberca sin agua pero con aquel gran roble en el centro que regalaba esa sombra fresca. Fue en ese momento cuando las palabras de su abuelo tomaron conciencia en él y dijo en voz alta:
            

           ─¡Abuelo! ¡Trabajo todos los días para ser como tú me decías, grande y fuerte como este roble!

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