Se enfrentó con
el Papa de Roma, le llevo la contraria y mantuvo su actitud, no quiso abdicar
en su postura. Días más tarde fue
invitado por el propio Papa a una comida privada para discutir el asunto que ya
estaba en la calle y era la comidilla del todo el populacho. La comida fue
distendida, el Papa se mostraba conciliador y el pensó en que el Sumo pontífice
de Roma iba a dar por buenas sus alegaciones. A media comida se sintió
indispuesto y antes de terminar el segundo plato se desplomó al suelo. El Papa
aviso a la guardia suiza y de malas formas lo arrastraron por el suelo hasta
una pequeña sala. Allí esperaban maestros de obra que una vez introducido el
cuerpo y a la orden del Papa, tapiaron la entrada con grandes bloques de
piedra.
Dos
noches más tarde, cuando el sucesor de Pedro descansaba en sus aposentos, una
figura siniestra se acerco a su cama y despertó al sumo pontífice con sus
quejas. Los gritos de terror avisaron a la Guardia Suiza. Al entrar lo
encontraron solo y muy asustado. Noche tras noche las visiones continuaron y el
Papa perdió la paciencia. Ordeno derribar la entrada a aquella cripta. Dentro
no encontraron nada, la sala se encontraba vacía. El propio Papa entró para
inspeccionar la sala y armó en cólera al no encontrar una explicación.
Aquella
misma noche, se acostó acompañado de un afilado puñal. Al aparecer de nuevo el
espectro, se abalanzo hacia él y lo apuñalo repetidas veces. El gritó de terror
se escucho en todo el Vaticano, la guardia Suiza entró en los santos aposentos
y encontraron al Papa empapado en sudor y agazapado en un rincón como un niño
asustado.
La
misma noche que aquel libre pensador había muerto, sus seguidores sobornaron al
maestro de obra para recuperar el cuerpo de su maestro y fue enterrado en
secreto en un bosque cercano.
Cuentan
las lenguas del Vaticano que todas las noches ven a un espectro vagando del
comedor Pontificial a los aposentos, hasta el día que el Papa murió, según
cuenta por no poder aguantar una noche más sin dormir.
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