Aquel
pastor vio a lo lejos aquella cueva y su curiosidad pudo más que la empinada
subida que le separaba de ella. Cuando sus ojos se habituaron a la oscuridad
que reinaba dentro, no encontró nada a simple vista. Pero transcurridos unos
minutos caminando dentro de ella, tropezó con lo que parecía unas vasijas y en su
interior encontró unos pergaminos.
Al
desenrollarlos encontró unos manuscritos que llevaban muertos cerca de dos mil
años. Poso su vista por las primeras palabras que había escritas y las pronunció
en voz alta volviéndolos a la vida.
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