lunes, 28 de enero de 2013

Hacerse el sueco



           
            Germán era un tío simpático, afable, siempre dispuesto a echar una mano. Pero todo cambió cuando encontró aquel trabajo.

            Al principio pensamos que lo hacia por hacer la gracia, el chiste fácil, pero aquello fue a peor. No se quitaba nunca aquella camisa amarilla, ni siquiera para la boda de su primo. Llevaba en los bolsillos, un metro, un bloc, un ridículo lápiz y una llave Allen. Pero lo peor sin duda fue cuando comenzó a decir cosas como: “hagalund, kivik, kupol, stornäs” Aunque la gota que colmo el “Brukbar” digo, el vaso, fue montando una barbacoa, que en vez de  echar una mano desplegó las instrucciones de montaje y me las pasó...


            ...Pero cuando un español mira unas instrucciones de montaje.

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