Sahara
A mí amigo Juan Antonio.
El Jeep se detuvo para siempre en aquella inmensidad, la
radio solo devolvía tormenta hueca. El pie se hundió hasta el tobillo en esa
arena que comenzaba a pedir el sitio que por derecho le pertenecía. Poco a poco
iba cubriendo los neumáticos y penetraba con disimulo dentro del habitáculo. Un
paso tras otro me alejaba de aquella postal de soledad y me adentraba en el
epitafio de mi vida.
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