sábado, 12 de enero de 2013

Sahara





A mí  amigo Juan Antonio.

El Jeep se detuvo para siempre en aquella inmensidad, la radio solo devolvía tormenta hueca. El pie se hundió hasta el tobillo en esa arena que comenzaba a pedir el sitio que por derecho le pertenecía. Poco a poco iba cubriendo los neumáticos y penetraba con disimulo dentro del habitáculo. Un paso tras otro me alejaba de aquella postal de soledad y me adentraba en el epitafio de mi vida.

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