Aquel día
fue el más caluroso del verano, el medico salió y dijo en un tono solemne:
─El cuerpo está ya
frío.
Yo, con tan sólo cinco años, no
podía comprender aquellas palabras que retumbaron en mi cabeza durante toda la
mañana.
Espere impaciente a que mi abuelo
se quedara solo en el dormitorio y en un descuido me introduje sin que nadie me
viera. Me quede delante de él, una eternidad, sin atreverme a tocarlo y cuando
reuní las suficientes agallas para ello, la voz de un extraño me detuvo. Dos
hombres con traje y corbata me echaron de la habitación y cerraron. Una hora
más tarde, se volvió a abrir y fue cundo por primera vez, vi una “Naturaleza
muerta”
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