Dejó abandonado el coche en la
cuneta, semioculto en la maleza. Recogió una mochila del maletero y se
introdujo en el bosque. Caminó durante todo el día sin un rumbo fijo, al llegar
la tarde se detuvo bajo un enorme roble. Estuvo meditando durante unos minutos
y después saco un revolver de la mochila,
amartilló el arma y agarrándola con fuerza se la introdujo en la boca. Jadeaba
con fuerza y buscando la entereza suficiente para apretar el gatillo, miro al
cielo. Allí en lo alto del árbol, encontró el cuerpo sin vida de un
paracaidista. El cuerpo se encontraba en los huesos y la ropa eran jirones. Trepó hasta donde se encontraba y solo falto
un pequeño tirón para que las cuerdas desgastadas dejaran caer el cadáver. Una
vez en el suelo, buscó en sus bolsillos hasta dar con su cartera. El carné de identidad
muestra el rostro del paracaidista, un hombre corriente. Como él. Cambia su
carné por el del fallecido y prosigue su camino.
Continuara...
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